Un faro en el camino de Dios
A veces se piensa a los santos como personajes de otros tiempos. Simona Tronci es una pequeña figura extraordinaria de nuestros días, muerta en 1984, a la edad de 23 años. Una ruta humilde y dolorosa, la inteligencia de una mujer, la fuerza de la fe y la canción del Amor sobre la cama del sufrimiento.
Mi Señor, mi verdadero Amor, mi vida Te pertenece, Tú me has creado... mi Jesús, si mi servicio tuviera que haber acabado, y es la fuente de salvación para mí y los hermanos, mi familia, que me lleves, hágase Tu voluntad.
La copertina della rivista francescana
Así, el 14 de julio de 1983, desde la pequeña casa de rue Dalon, en París, donde estaba hospitalizada, escribía Simona Tronci de Cagliari.
Después de nueve meses, el 18 de abril de 1984, Miércoles Santo, el encuentro con el Amor se ha ejecutado. Al refrán de sus amigos Simona es una gran santa. No se trata ni de una antigua mártir, ni de una virgen de la Edad Media, sino de una muchacha de nuestra época, como se observa a partir de las fechas de nacimiento y muerte esculpidas en el mármol (13 octubre 1960 - 18 abril 1984).
Hasta hace algún año antes, era estudiante de la Pontificia Facultad de Teología de los padres del Jesuitas, en Cagliari. Su sueño era aquél de llevar a Cristo a los demás, sobre todo a los jóvenes, pero Dios había preparado otro destino para ella: un destino tremendo, lleno del sufrimiento más atroz y, Simona, lo ha aceptado por completo, con amor y con un abandono total.
Simona, tercera de seis hijos, viene bautizada el 20 de octubre, siete días después del nacimiento. En 1966 comienza la escuela primaria; el 8 de junio de 1969 hace la Primera Comunión y el 27 de mayo de 1971 recibe el Sacramento de la Confirmación. Del 1971 al 1974 frecuenta a la escuela secundaria, mientras el bachillerato lo hace en el instituto Dettori de Cagliari, obteniendo una media de 55/60. En el mismo año 1979 (tenía 19 años) se inscribe en la Facultad de Derecho. No siendo la Facultad de su gusto, se inscribe en 1980 a la Facultad Teológica.
Ella se reconoce desde pequeña, desordenada, nerviosa, vaga, prepotente, traviesa, despechada, pero aborrece la mentira y la insinceridad. De todo, poco a poco se reforma y adquiere apacibilidad, mansedumbre, humildad, gentileza.
Se admira en Simona la fuerza del carácter. A sabiendas del mal que la oprimía, no se rinde, no se cierra en ella misma, sino que se abre a la vida, a la alegría. Una calidad que resulta de su diario es aquella de haber estado abierta y sensible a todos los acontecimientos, pequeños y grandes, que ellos la tocaban.
En estas calidades y virtudes obra la gracia de Dios, que por el camino del Calvario, la conducirá sobre las cumbres de la santidad. Ser de Cristo por amor de una total, humilde y serena adhesión a Dios.
El aspecto de Simona resulta de su itinerario doloroso, un itinerario en el cual cree en el Amor y de esto se deja transportar a través de la Cruz. Pero la canción más bonita, expresión de la alegría profunda de su espíritu, era la gratitud sincera hacia Dios; una gratitud desconcertante, posible solamente cuando la fe y la caridad florecen en ser totalmente pobre.
Al dolor que descarna por dentro y por fuera, no se habitúa. Sólo una visión de fe podía empujar a Simona a escribir: Si miro detrás de Tu cruz, Jesús, veo sólo la madera… hay un lugar vacío… Sí, Jesús, debo tumbarme sobre el leño, cerrar los ojos, perdonar y cantar Tu Amén y así… el leño es el ascensor para el Reino de Dios.
La Comunión con la Cruz y el Crucifijo aumenta en Simona la gratitud. Esto, bajo la acción del Espíritu Santo, le hace olvidar su martirio, revelándoselo como expresión de amor, de gracia, de predilección.
La profundidad espiritual de Simona aumenta en el itinerario de gracia de la enfermedad. Esto se entiende en la luz de la Cruz que sella toda su vida. Con la fe alimentada a través de la oración, consigue superar el impacto con el dolor. El 2 de abril de 1983, Sábado Santo, escribe: Es extraño sentirse cansada a 22 años, puesta a la prueba por la vida... Aquélla parte importante cubre por ahora mi fe Tú mi ayuda, mi coraje, mi esperanza... Si conservo en mí la alegría y la esperanza, es porque creo que cualquier cosa suceda será por Su voluntad y Su Gloria.
Y el sufrimiento nunca ha degenerado en la desesperación. El abandono, la confianza, la seguridad de haber recibido en la enfermedad una verdadera gracia de Dios, le abren una experiencia de tipo mística, como certeza inefable de ser cercana a Dios, de probar su presencia y su acción misteriosa. Simona cuanto más penetra en el misterio de la Cruz, más penetra en el misterio de Dios.
En el coloquio con el Padre Natale Merelli, Capuchino, en Lozio (localidad de Valcamonica, Brescia), éste le pregunta:Simona, ¿si el padre te llamase? Responde: Padre Natale ¿pero sabe usted que es ésta la razón de nuestra vida? ... ¿desea que tenga miedo? De hecho si voy, significa que aquello que debía dar en la tierra, lo he dado, y Él me llama para que desde allí arriba pueda hacer mucho más; desde allí arriba ayudaré a Jesús a salvar a los hermanos.
Su heroísmo se mide no sólo del sufrimiento del cual fue golpeada, pero sobre todo de la manera con la cual supo hacerle frente: amor, generosidad, gratitud, unida a su Señor en la luz de la fe.
Ha sido la fe que le ha hecho comprender y vivir el misterio de la Cruz. El deseo de encontrarse cada vez más conformada a Cristo, no dice nunca basta en el amar al Señor Jesús aceptado, querido, esperado. No tenía sentido pensar a sí misma. Afirma todavía el Capuchino Padre Natale: era una chica muy libre, pero de la libertad de los hijos de Dios. Libre para vivir el amor tatuado en la Cruz, y aquí vivió su castidad, que de cuanto se sabe, fue serena y total. Una muchacha del hoy pero no de hoy, porque fue una enamorada casta y casta en el enamoramiento. Su mirada brillaba de luminosidad y creaba limpieza en quién tenía necesidad.
Simona ha sido una maestra en la oración, en la alabanza al Señor y en el dar gracias; la intensidad de su rezo causaba asombro y te profundizaba en el amor de Dios. Cada día era siempre nuevo, siempre don de Dios. El carisma que en ella emerge principalmente en la vida del grupo es aquél de la canción, que discurre en la composición de diversas canciones. La canción es para ella alegría en el sufrimiento.
El año 1983 tiene una importancia particular en la vida de Simona por el impacto que tuvo con el dolor y por el principio de su maravillosa ascensión espiritual.
En el momento en el cual la vida le sonreía, palpitante de luminosa esperanza, comenzaron a manifestarse los síntomas de la seria enfermedad, que, progresando, le provocaba consecuencias cada vez más serias y dolorosas. Comienza así su Calvario. Al principio fue hospitalizada al Binaghi de Cagliari, después hace frente a varios viajes a París para hacer una terapia más segura. Durante estas hospitalizaciones, más allá de las diversas terapias, tuvo que aguantar también algunas operaciones. Mientras tanto el mal hace su recorrido hasta la destrucción del cuerpo. Es una lucha terrible, que Simona supera con el rezo y las meditaciones en la búsqueda de Dios.
A la vuelta de París, la via crucis continúa al hospital oncológico de Cagliari, pero el sufrimiento y los dolores aumentan cada vez más.
Simona, paralizado en la cama, casi sorda, ciega, muda, casi inmóvil, fue lentamente consumida, en la espera del gran encuentro con su Amor. De repente, la tarde del 18 de abril de 1984, Miércoles Santo, se apagó.
La cara sufridora parecía distenderse, parecía haber encontrado una fascinante juventud. El entierro fue celebrado en la Capilla del cementerio de San Miguel en Cagliari, la mañana del 22 de abril Domingo de Pascua, con grande participación del pueblo, en especial aquélla de los hermanos venidos de varias partes de Cerdeña.
La historia de Simona es sobre todo ésta: una confirmación de que el cristianismo verdadero es posible, que Cristo es real, que el Reino de Dios está entre nosotros, con sus dones de alegría y amor, como quizás nosotros encontramos duro creer.
Padre Clemente Pilloni, Voce Serafica della Sardegna, Abril de 1992
Le pagine 33 e 34 della rivista francescana