Constituido el Tribunal Diocesano para la Beatificación de Simona Tronci
Simona será sin duda un modelo ejemplar para toda la Iglesia
La institución del Tribunal Diocesano para la Causa de Beatificación de Simonetta Tronci ha sido una de las decisiones significativas de Monseñor Ottorino Pietro Alberti, sucedido en Episcopio la mañana del 18 de Agosto de 2003. El Tribunal por lo tanto se compone: el Promotor di Justicia Monseñor G. Spiga (Vicario General de la Diócesis de Cagliari); Juez Delegado Episcopal Monseñor. G. Prost y agregados Don F. Locci y Don GF. Zuncheddu; el Notario actual Monseñor D. Ussai con Don L. Venturelli.
Han participado en el acontecimiento el Postulador P. P. Rossi y los Vice Postuladores: el Capuchino Padre B. Pireddu, entrado al puesto de Padre C. Pilloni, y Monseñor Giovanni Delogu, párroco de la Iglesia de San Giuseppe en Nuoro; Ignazio Agabbio, Ministro Provincial de la Tercera Orden Franciscana, Actor de la Causa de Beatificación y de la Pastoral de Servicio de la Comunidad Primavera R.C.C., de quien Simona ha sido Cofundadora en 1977.
Simona (así deseó ser llamada), nacida en Cagliari el 13 de octubre de 1960, ha vivido bien la propia juventud, sin desperdiciarla en cosas fútiles, sino proyectándose continuamente hacia la meta, hacia el Señor. Vivía día a día de forma evangélica, porque había encontrado la perla más preciosa, Cristo. Después de terminar el bachillerato, concluido con brillantez, se inscribió en Derecho. Los primeros resultados de sus estudios fueron óptimos, pero ella deseaba sobre todo, conocer a Dios, por lo que emprendió en 1980, los estudios en la Facultad Teológica de Cagliari. Sus estudios han proseguido son suceso hasta Enero de 1983, inicio de su enfermedad, que la ha torturado físicamente pero la ha conducido todavía más hacia el Padre.
Simona amaba profundamente a Dios por el don de la vida y, a Él, rendía continuamente las gracias por todo lo que tenía, desde las cosas materiales a los afectos, de los parientes a los amigos. Todo es un regalo del Dios y ella sentía la necesidad, casi sagrada, de no desperdiciar nada de todo aquello que le pertenecía y de todo aquello que ella era. Simona sentía el deseo de de rendir gracias a Dios por cada respiro de vida que estaba en ella, agradecía porque caminaba, veía, saltaba, corría, cantaba, tocaba la guitarra, estudiaba. Tenía una relación dulce y confidencial con Dios, como atestiguan sus numerosos escritos, y deseaba rendirlo feliz en todo lo que ella hacía. Con su manera de hacer y de ser, Simona hace entender que, para amar a Dios y a los hermanos no es necesario aislarse del mundo, viviendo en un convento o en una ermita, sino que es suficiente escucharlo y cumplir Su voluntad cada día, allí donde hemos nacido, crecido y vivimos. Era una joven enérgica, llena de vida, simpática, que amaba estar con sus amigos, con su novio, pero animada por una profunda fe que sabía traducir en gestos concretos de caridad: consolar a los enfermos y llevar junto a vestidos y comida, la sonrisa y la esperanza a los más pobres de la calle.
La amistad en el Señor era para Simona la fuente de elevación espiritual, era alegría de vivir, para rezar y para cantar juntos, que afluía en la composición de varias canciones para la Comunidad, que frecuentaba y animaba, con su manera de hablar, de rezar y de cantar, a cuántos a ella se acercaban. En el momento en el cual la vida le sonreía, cada vez más intensos se manifestaban los síntomas de la enfermedad que, progresando, la forzaron en principio a una semiparalización, el uso de la silla de ruedas y después, paralizada en la cama, a ser sorda, ciega y muda, inmóvil, en la espera del gran encuentro con su Amor, que sucedió el 18 de abril de 1984, Miércoles Santo.
Y, como ha declarado el Arzobispo Monseñor Alberti, Simona será sin duda un modelo ejemplar para tantísimos jóvenes y para toda la Iglesia, sobre todo en estos tiempos difíciles que provocan una fuerte desorientación a la fe.
M. Antonella Fois, NuovOrientamenti, número 36, 12 de octubre de 2003
La pagina 12 del settimanale diocesano